La divinidad de Jesucristo es un punto neurálgico para la fe. El apóstol Juan, ‘helenizado’ tras algunos escritos paulinos, usa en forma directa la palabra logos en referencia a Jesucristo. Fue precisamente el filósofo Heráclito quien, por primera vez habló del logos para definir los patrones de la armonía cósmica en medio de los cambios continuos. Siglos más tarde, Filón de Alejandría, émulo judío de Platón, afirmaba que el logos era aquello que la literatura hebrea llamaba escuetamente ‘sabiduría’.
La palabra española Verbo es insuficiente para traducir el concepto de Logos, mucho más en relación a Jesu-cristo. Lo que abarca la amplia acepción de Logos es la lógica de Dios, esa armonía que hace que todo sea posible y se sostenga. Talvez nos parezca exagerada la versión de Gordon Clark del evangelio de Juan en estos términos: “En el principio era la lógica, y la lógica era con Dios y la lógica era Dios”; pero es que, finalmente, lógica viene de logos que no es solo palabra sino, también, acción creadora continua y razón de ser de lo que es.
Los padres de la iglesia fueron muy audaces en sus concepciones sobre el Logos. Atenágoras no vacila en llamarlo “el entendimiento y la razón de Dios”. Ireneo de Lyon, por su parte, lo define como “el principio que piensa”. Orígenes es más radical y lo entiende como ‘razón’ porque, según explica, el Cristo “nos quita todo lo que es irracional y nos hace verdaderamente razonables”. El investigador español Alfonso Ropero ha reali-zado una compilación del pensamiento de Justino Mártir, y en ella encuentro cosas sorprendentes:
“… todos los escritores llaman Dios al “Padre de los hombres y los dioses”.
Y si afirmamos que el Verbo de Dios fue engendrado de Dios de un modo
singular y distinto de la creación común, creed que eso es análogo a la
afirmación de los que dicen que Mercurio-Hermes es Verbo y mediador de
parte de Dios”
“Afirmamos que nació de una virgen, pero pensad que esto le es común
con Perseo. Y si decimos que devolvió la salud a los cojos, a los
paralíticos y a los que eran inútiles de nacimiento, parecerá que decimos
cosas semejantes a las que se dicen realizadas por Esculapio”
(27) Nota alcalce: Alfonso Ropero, Lo mejor de Justino Mártir, Grandes autores de la fe. Editorial Clie, Barcelona, 2004, pág
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Código Jesús, páginas 131-132)