La creencia en un Dios único, llamada monoteísmo, retorna al campo de la ciencia con tal fuerza, que hay quienes consideran anticientífico ponerla en tela de juicio. Sólidas investigaciones han demostrado que, contrariamente a lo dicho por la sociología, la humanidad no fue primero politeísta para desembocar en el monoteísmo. Por el contrario, el monoteísmo existió desde los orígenes, pero cedió paso al politeísmo -como la Biblia lo expresa- debido a la falsa doctrina conocida como idolatría, traída a la tierra por los ángeles caídos. Mencionados en el Génesis y la epístola de Judas Tadeo, estos demonios -últimamente llamados por la Nueva Era extraterrestres- y quienes de una u otra forma, entraron en comercio con ellos, posibilitaron la civilización cainita esquematizada en Génesis 4:17-22; en tan cortos versículos hallamos urbanismo, poligamia, asociaciones, ganadería, música, industria y poesía. Tales seres originaron también las creencias de las mitologías antiguas en hazañas sobrehumanas, semidioses, gigantes, magia, adivinación, astrología, curanderismo y perversiones sexuales, maldades que provocaron el castigo del diluvio.
Perteneciente al clan piadoso de Set, la familia monoteísta de Noé fue salvada de aquella destrucción. Descendientes de dos de sus hijos, Jafet y Cam, retornaron a las falsas doctrinas antediluvianas y desarrollaron, a partir de ellas, las religiones politeístas que, saliendo de Mesopotamia, en la dispersión de Babel, fueron adaptándose a diversas culturas antiguas: los acadios y sumerios idearon matrimonios de dioses y diosas y linajes divinos. Los persas inventaron el dualismo en divinidades rivales: una de la luz y otra de las tinieblas. Fenicios y griegos desatinaron gravemente: los unos, por los crueles sacrificios humanos a los dioses; los otros, por atribuirles a los suyos todos los vicios y crímenes propios de los hombres. Los egipcios divinizaron a animales y plantas. Como lo demuestra el ya mencionado investigador Izquierdo Gallo, C.M.F.:
La etnología moderna ha descubierto el monoteísmo como constitutivo de la religión más primitiva.
El Tetragrámaton Inefable –YHWH, que se descifra como YO SOY- ha sido reencontrado en la escritura criptográfica del inconsciente colectivo como fundamento de la memoria ancestral. Vitalismo primitivo.
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Reto de Dios, páginas 138-140)