El Eterno “Quien Sabe”

En definitiva, el ateísmo científico está de capa caída; hoy lo in es creer, de alguna manera, en «algún algo». Al inicio del anunciado primer siglo totalmente inespiritual de la historia humana, se percibe en general -aún entre evolucionistas sobrevivientes- un vitalismo espiritual que colige o, al menos, intuye un «Alguien Gestor» de la creación y, por lo tanto, anterior y superior a ella, es decir, eternamente trascendente y trascendentemente eterno. El Ser en Sí, dijo Tillich. Desde luego, estas nomenclaturas chocan con la visión ancestral de una imagen divina antropomorfa; ese ídolo somatizado, con órganos de los sentidos, se llama Baal, Osiris, Zeus, Júpiter, Viracocha, o cualquier otra cosa. Ha habido, también, iconos divinos copiados de modelos políticos convencionales, según épocas históricas. Por ejemplo:

 

* Monarquía. Dios es un Rey, cuya corte son los ángeles, sus señores feudales el clero, y los creyentes, simples vasallos.
* Fascismo. Dios es un dictador implacable y tiránico, a quien obedecemos porque no hay más remedio, ya que sus represalias son terribles. El clero es la Gestapo.
* Democracia. Dios es un Presidente elegido por el pueblo y, por lo tanto, sus decisiones están siempre sometidas a referendo. El clero es el parlamento.

 

Pero el Dios verdadero, Padre del Salvador y Padre nuestro, es el Espíritu que habita en luz inaccesible, a quien cada lenguaje llama a su manera: el hebreo Yaveh, el árabe Alá, el inglés God, el español Dios, pero no puede definirse con palabras, salvo si nos atrevemos a llamarlo el Gran Quién sabe. Lo que de Él sabemos, nos ha sido revelado de tres maneras:

 

* Objetivamente en la naturaleza, Su Palabra creada.
* Sistemáticamente en la Biblia, Su Palabra escrita.
* Vitalmente en Jesucristo, Su Palabra humanada.

 

Pero tal conocimiento es necesariamente parcial porque:
Lo secreto le pertenece al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley. Deuteronomio 29:29

 

La ciencia misma es revelación de Dios al hombre y, por eso, la iglesia evangélica no puede seguir clausurada a posibilidades teológicas actualistas, acordes con la expansión del pensamiento humano. No es ilegítimo, ni ilógico, por ejemplo, suponer que el big bang haya sido la operación primaria del Logos:

 

Y dijo Dios: ¡Que exista la luz!
Y la luz llegó a existir.
Génesis 1:3.

 

Cosa distinta es el vano esfuerzo de quienes pretenden descifrar lo sobrenatural por medios naturales, pues nadie puede resolver los problemas del cálculo infinitesimal a base de las cuatro operaciones de la aritmética.

 

(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Reto de Dios, páginas 137-138)

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