A lo largo del juicio, Pilatos actúa como un altoparlante del inconciente colectivo. Cuando finalmente presenta al reo ante la multitud y dice: Ecce homo, utiliza un sustantivo colectivo genérico. Obsérvese que no dice: He aquí UN hombre, o ESTE hombre en particular; sino, expresamente: EL hombre, todo EL hombre, la especie humana, el Adán. Sin darse cuenta, Pilatos identifica en Jesús a todos los hombres. En su escueta presentación pública, Adán es Jesús y Jesús es Adán.
No olvidemos que Pilatos fue complaciente con los amigos de Jesús, cuando José de Arimatea le pidió el cadáver para darle sepultura; pero, también, con sus enemigos, cuando los sacerdotes y los fariseos le solicitaron una guardia especial para custodiar el sepulcro, a fin de evitar un fraude respecto a la anunciada resurrección del Crucificado. (Mateo 27:57,66)
A propósito, mientras redacto este libro, se anuncia ostentosamente ‘La tumba de Jesucristo’, un documental sensacionalista que toma como base el descubrimiento —¡hace ya veinticinco años!— de unos sepulcros a inmediaciones de Jerusalén, con inscripciones de nombres bien conocidos: José, María, Jesús, Judas. El nuevo cuento no es creíble por varias razones:
Al igual que sucede hoy con los mausoleos, en aquel tiempo resultaba costoso para una familia —y la de Jesús era muy pobre— adquirir una cripta funeraria de uso exclusivo para sus miembros. Por otra parte, ¿tendría sentido que personas residentes en la provincia de Galilea adquirieran un sitio de sepultura familiar en la lejana ciudad de Jerusalén? En tales condiciones, cada vez que muriera un pariente, había que llevar el cadáver en una carreta tirada por animales y hacer varias paradas en el camino bajo un sol canicular. ¿Poco práctico, verdad.
Los nombres Jesús, José, María y Judas eran muy populares entre los judíos de la época. Los había por miles. Para citar algunos ejemplos, sabemos de un Jesús, llamado el Justo, amigo de San Pablo, y un tal Bar-Jesús, falso profeta. Judas se llamaban incontables caballeros aparte del Iscariote: un hermano de Jesús, un hermano de Jacobo, Judas el Galileo, Judas de Damasco, Judas Barsabás, etc. José tenía, entre muchos famosos tocayos, a José de Arimatea y a José Caifás, el mismísimo Sumo Sacerdote. Las Marías abundaban: aparte de la virgen, eran notorias sus contemporáneas María madre de Jacobo, María Magdalena, María de Betania, María madre de Marcos, etc.
Finalmente, los análisis de ADN que menciona el documental no prueban nada; si acaso, que algunos de los restos tienen afinidades entre sí, pero ese dato no les da credibilidad en cuanto a la identidad que se les atribuye. Por todo ello, y mucho más, reconocidas autoridades del Estado de Israel dijeron de inmediato que la probabilidad histórica y científica del ‘descubrimiento’ es CERO.
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Código Jesús, páginas 124-126)
VISIÓN INTEGRAL
(Antología de textos de nuestro pastor presidente)