Pero la cosa no se detiene, la muchedumbre crece, la presión es mayor cada minuto. El recursivo procurador intenta, entonces, otra salida: “haciendo de tripas corazón”, se aparece a los balcones de su oficina y trata de persuadir a los manifestantes con argumentos aparentemente lógicos:
—He realizado un interrogatorio público a este hombre y no encuentro solidez en las acusaciones que le hacen. Talvez solo le tienen envidia, pues es obvio que no ha cometido ningún crimen. Por lo tanto, ordenaré que lo azoten conforme a la costumbre romana y lo dejaré en libertad. (vv. 14,16)
Esta nueva jugada falla. Los dirigentes religiosos se han infiltrado entre las masas, incitándolas contra Jesús. Coros destemplados gritan agresivas consignas. El ambiente se torna explosivo. Pilatos acude a su arsenal de recursos, que parece interminable. De pronto, mientras piensa la siguiente movida, llega un sirviente y le entrega, por debajo de la mesa, un pequeño recado, que mira de soslayo. Es de su mujer, quien ha tenido pesadillas por causa de Jesús, y le suplica que no se meta con él.
«Mientras Pilato estaba sentado en el tribunal, su esposa le envió el siguiente recado: “No te metas con ese justo, pues por causa de él, hoy he sufrido mucho en un sueño”». (Mateo 27:19)
Ahora sí de veras preocupado, el funcionario imperial decide hacer un ‘enroque’ dentro de la partida de ajedrez que se juega en el tablero de la historia. Con motivo de las fiestas era costumbre dejar en libertad a un preso para congraciarse con el populacho. Pilatos se juega, entonces, la carta de Barrabás, un sedicioso contra Roma, ladrón y asesino. ¡Ya está! Cuando los ponga a escoger entre este criminal y Jesús, la elección será obvia: siendo Jesús inocente a todas luces, Barrabás irá a la cruz. Adicionalmente, no será necesario reconocer la inocencia del Nazareno, solo se le dará un indulto.
Nuevo fracaso político del Procurador. Las gentes están cegadas por el odio, no hay negociación posible, quieren a Jesús a toda costa. Barrabás es mirado, incluso, como una buena persona al compararlo con aquel catalizador de la ira colectiva llamado Jesús de Nazaret, en quien el Procurador no encuentra falta alguna.
«Pero los jefes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud a que le pidiera a Pilato soltar a Barrabás y ejecutar a Jesús. —¿A cuál de los dos quieren que les suelte? —preguntó el gobernador. —A Barrabás. —¿Y qué voy a hacer con Jesús, al que llaman Cristo? —¡Crucifícalo! —respondieron todos». (Mateo 27:20-22)
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Código Jesús, páginas 121-123)
VISIÓN INTEGRAL
(Antología de textos de nuestro pastor presidente)