Las autoridades romanas distribuían pan gratis para promover el reino de César, y
Jesús hubiera podido hacer lo mismo para promover el suyo.
Philip Yancey
«Yo soy el pan de vida. Los antepasados de ustedes comieron el maná en el desierto, y sin embargo murieron. Pero éste es el pan que baja del cielo; el que come de él, no muere». (Juan 6:48-50)
Se ha cumplido con éxito la multiplicación de los peces y los panes y la muchedumbre saciada es un multiplicador exponencial del milagro. Ahora muchas personas más saben que Jesús saca lo grande de lo pequeño, la demasía de la pequeñez, lo extraordinario de lo ordinario. No cabe duda de que él debe ser el Mesías prometido, hay que coronarlo rey sin demora, porque si algo hace falta es, precisamente, alguien que haga abundar la comida.
Me fascina interpretar el relato evangélico de Juan 6:14,24. El lago está lleno de barcas como si hubiera preparativos para una gran regata. Los boteros bracean hacia el otro lado, en grupos que van y vienen afanosamente por la ribera buscando a Jesús, quien se ha retirado solitario a la montaña, adivinen a hacer qué cosa.
¡Adivinaron: a orar!
Cuando, por fin, los incontables barqueros arriban a la otra orilla, se llevan un gran fiasco: los discípulos de Jesús han dejado abandonada una barca, como para despistarlos. Ya no quedaban ni rastros de Jesús por ahí.
¿Qué había pasado? Solo un ‘truco’ sencillo. Jesús pronunció el ‘amén’ al terminar sus oraciones, descendió ágilmente por la ladera de la montaña y se fue a buscar a sus discípulos caminando sobre el agua como si se tratara de una pista pavimentada, subió a la barca y dijo: —Vamos, señalando de vuelta hacia Capernaúm.
Pese a tantos inconvenientes, los desilusionados aldeanos no desmayaron en su empeño de encontrar al Multiplicador de los recursos a toda costa y regresaron a la otra orilla, donde Jesús, muy campante, charlaba con los miembros de su staff sobre los últimos acontecimientos. Y entonces:
«Cuando lo encontraron al otro lado del lago, le preguntaron: —Rabí, ¿cuándo llegaste acá? —Ciertamente les aseguro que ustedes me buscan, no porque han visto señales sino porque comieron pan hasta llenarse». (Juan 6:25,26)
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Código Jesús, páginas 161-163)