Desde hace varias décadas se oye hablar del ecumenismo en relación al tema religioso. Pero, ¿de qué se trata?, es la pregunta que millones de hombres se hacen. En el cristianismo primitivo el vocablo oikumene se utilizó con las acepciones de ‘mundo’, ‘imperio romano’, ‘gentilidad’, y similares. Un escrito del siglo II, El Martirio de Policarpo, habla de la ‘iglesia católica extendida por la oikumene’. La palabra se introduce oficialmente al lenguaje eclesiástico cuando el Concilio de Constantinopla (381) denomina al de Nicea (325) como ‘concilio ecuménico’, y desde ese momento designa doctrinas y usos aceptados como de validez indiscutible para la catolicidad.
Ampliada su intención y dicho en forma esquemática, el ecumenismo tiene como finalidad aglutinar a todos los cristianos en una religión mundial única, con el Papa como cabeza, y algunos juzgan que, con ello, se pretende un retorno, ya no solo político, a la Roma imperial. Hay quienes no disciernen entre la empresa del Espíritu Santo, que es la unidad de la fe, y una empresa promovida por el espíritu del mundo, que es la unidad de mando humano. De la extensa literatura publicada por el Vaticano sobre el ecumenismo, se infiere que él pretende aglutinar movimientos, ideas, obras e instituciones, con el propósito de preparar la reunión, no solamente de los cristianos, sino de todas las religiones existentes.
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Reto de Dios, páginas 145-146)