La idea de la deificación humana tomó fuerza durante el siglo XIX. Incluso el Libertador Simón Bolívar -producto típico de la Revolución Francesa, liberal y masón- llegó a sugerir que en Jesucristo se había dado “la asunción del hombre en Dios”. Otros hablaron de la “cristificación” que consistiría en un auto-deificarse el ser humano, tal y como, supuestamente, Jesús de Nazaret lo había logrado. La mal llamada “nueva era” insiste hoy en posibilidades similares. Sin embargo, «Nadie ha subido jamás al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre». (Juan 3:13)
El gran misterio es la humanización de Dios, no la divinización del hombre; y no consiste, de ningún modo, en que el efecto-hombre se convierte en su causa-Dios, sino en que el Creador se hace criatura. No se olvide que Jesús es hijo adoptivo de José; lo cual significa, en otras palabras, que Dios se hace adoptar como Hijo del hombre para que el hombre pueda ser adoptado como hijo de Dios. Esa es la clave.
La única diferencia esencial entre Jesús de Nazaret y los demás hombres, sus hermanos, es que él fue tentado, como todos sin excepción, pero permaneció impecable. Sobre este tópico resulta apropiada la aclaración de Charles Ryrie: «Cristo no pudo pecar: no significa meramente que Cristo pudo no pecar.
» Objeción: Si Cristo no podía pecar, no pudo haber sido tentado en realidad y, por tanto, no pudo ser un sumo sacerdote capaz de compadecerse (Hebreos 4:15).
» Respuesta: La realidad de la prueba no se basa en la naturaleza moral del que es tentado; y la posibilidad de compadecerse no depende de corresponder exactamente en el resultado del problema planteado, con el resultado que tuvo en otra persona.
» Resultados: 1. La tentación probó la impecabilidad de Cristo. 2. También hizo de Él un sumo sacerdote que pudiese compadecerse”.
El apóstol Pablo recela de las genealogías, pero nadie puede retirarlas del texto sagrado; si el Espíritu Santo las puso allí algún objeto tienen, pues ni una tilde sobra en la Palabra de Dios. En el Antiguo Testamento son prolijas y, a veces, aburridas de leer, pero gracias a ellas conocemos los remotos orígenes de las sociedades humanas. Conviene destacar cómo en el linaje de Jesús de Nazaret figuran sobresalientes pecadores: asesinos, perjuros, prostitutas, polígamos, idólatras, adúlteros, incestuosos…
¡Oh, misterio del amor de Dios, cuya Segunda Persona no quiso ser de mejor familia que ninguno de los vástagos del desventurado Adán! .En realidad, no podía hacerlo, si es que había de ser hombre verdadero. Quizás por eso, el título que prefirió durante su ministerio terrenal fue, precisamente, el de Hijo del Hombre.
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Código Jesús, páginas 157-159)