Todo el planeta Tierra, en el plan divino, está sometido a una predestinación del regreso, a un volver a ser lo que Dios quiso que fuera, y que se frustró con la caída. Después de la catástrofe edénica, el proto-evangelio ya nos anuncia una escatología que, a través del Dios Humanado, trae a la tierra las claves que aseguran la plena restauración del propósito divino para el hombre. Tales claves -las llaves del Reino- han de descifrarse, y así viene ocurriendo desde hace veinte siglos, actualistamente, en la medida de cada necesidad coyuntural que el Espíritu Santo administra dentro del devenir humano. La escatología no se refiere con exclusividad a sucesos de una época futura más o menos determinada o determinable, sino es continuo devenir, como el conocimiento humano de Dios. Conozcamos al Señor; vayamos tras su conocimiento. Oseas 6:3.
Podría decirse que Dios es para nosotros, por ahora, el Gran Quiensabe. Desde el principio, el Yo Soy el que Soy gradualiza su revelación a la criatura hecha a Su Imagen y conforme a Su Semejanza, queriendo que éstas se restablezcan plenamente en aquella. Y, en ese permanente ejercicio de Su Voluntad, Él se refleja ante nosotros en el Yo Soy Siendo que nos permite intuir al Yo Soy el Seré. El Inmutable parece cambiar ante nuestra humana y deficiente percepción de su naturaleza.
Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. 1 Corintios 13:12.
De esta manera, la teología de la esperanza se reduce a un cotidiano acontecer, en el cual yo soy el creyente que yo fui, pero lo estoy siendo por lo que llegaré a ser finalmente en Cristo. Ahora bien, hay un edificio formado por esos yo soys que somos los creyentes, las piedras vivas descritas, precisamente, por Pedro.
También ustedes son como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual. 1 Pedro 2:5a.
Tal casa, la Iglesia, es un ella es, que es un ella siendo, hacia un ella será, escatológicamente hablando. Y, por acción de la Iglesia, en último término, la gente que habita este planeta sería una humanidad que fue, pasando por una humanidad que estaría siendo hacia la meta de una humanidad que debe ser. Pero, separada de Dios como se encuentra, apenas se asemeja a algo así como el ‘homínido’ de Theilard, quien pensó que si el hombre quiere alcanzarse a sí mismo, deberá penetrarse del valor beatificante y de la esperanza eterna de la Santa Evolución.
En tales términos, venimos a ser una caricatura de hombre, es decir un ser que fue lo que no debió ser, un ser no siendo lo que debe ser, o un ser siendo lo que no debe ser. Igualmente, toda la naturaleza, afectada por la caída del hombre, ha perdido su primigenia identidad y su verdadero propósito, que deberán ser restaurados junto con la restauración del hombre mismo.
La creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Romanos 8:21.
La naturaleza también está incluída en el plan escatológico, pues la naturaleza es con el hombre porque la naturaleza es para el hombre. Ahí tenemos la ecología cristiana.
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Reto de Dios, páginas 156-158)