El dogma cristiano es la Segunda Venida del Señor, y no el cuándo de tal evento. Por tanto, deberíamos vivir cada día como si el Señor viniera hoy mismo, pero trabajar como si tardara mucho aún en venir. No sintamos enfermiza compulsión por el final de la escatología -lo que podría llamarse ‘las cosas últimas de las últimas cosas’- sino construyamos cada día escatológicamente, sin pasar por alto que el judeo-cristianismo es el único grupo humano que tiene escrita la historia de su pasado y escrita ya, también, la historia de su futuro.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán.
Mateo 24:35.
Espectáculo lamentable protagonizan, en el muy normal comienzo del tercer milenio, los profetas de desastres que, durante la segunda mitad del siglo XX, gastaron tiempo y energías en vaticinios aterradores que finalmente no se cumplieron sobre rapto, anticristo, marca de la bestia y gran tribulación. Ahora, ¿de qué predicarán? Aprovechando sus experiencias, podrían hacerlo con la misma temática, pero bajo una óptica distinta. Los errores de buena fe son fácilmente corregibles, y de ellos, con sincera humildad, todos aprendemos lecciones excelentes, a través de un adecuado actualismo profético. Ningún ahora es permanente, pero lo permanente es una sucesión de ahoras.
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Reto de Dios, páginas 159-160)