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¿Puedes un hombre ser Dios?

En medio de lo mucho y excelente que Pablo nos ha legado, lo más sorprendente es su declaración terminante de que Jesucristo es Dios. ¿Puede un judío llamar Dios a un hombre? No, ello es contrario a la estructura misma de su fe. ¡Blasfemia pura! Los griegos y los romanos, por su parte, endiosaron a hombres; y, curiosamente, ni el propio Pablo y su ‘partner’ Bernabé se escaparon de ello:

 

«Al ver lo que Pablo había hecho, la gente comenzó a gritar en el idioma de Licaonia: —¡Los dioses han tomado forma humana y han venido a visitarnos! A Bernabé lo llamaban Zeus, y a Pablo, Hermes, porque era el que dirigía la palabra. El sacerdote de Zeus, el dios cuyo templo estaba a las afueras de la ciudad, llevó toros y guirnaldas a las puertas y, con toda la multitud, quería ofrecerles sacrificios. Al enterarse de esto los apóstoles Bernabé y Pablo, se rasgaron la ropa y se lanzaron por entre la multitud, gritando: —Señores, ¿por qué hacen esto? Nosotros también somos hombres mortales como ustedes. Las buenas nuevas que les anunciamos es que dejen estas cosas sin valor y se vuelvan al Dios viviente, que hizo el cielo, la tie-rra, el mar y todo lo que hay en ellos». (Hechos 14:11-15)

 

Causa perplejidad que un personaje de tan elevada talla, capaz de alternar con los filósofos epicúreos y estoicos en ese centro cultural de alto nivel que era el Areópago, pueda decir con toda naturalidad que en un humilde carpintero que había nacido en un pesebre habita corporalmente la plenitud de El Gran Quién Sabe, el Ser Infinito y Eterno que para los griegos es “el Dios no conocido”. (Hechos 17:23)

 

Los antiguos, sin duda, habían tenido atisbos de tal portento, como ya lo hemos analizado, pero se requería mucho más que una mente aguda para establecer la conexión misteriosa judeo-greco-romana que desem-boca finalmente en la Civilización Cristiana Occidental. Se necesitaba un predestinado. «Sin embargo, Dios me había apartado desde el vientre de mi madre» (Gálatas 1:15ª )

 

“Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo” es la afirmación definitiva. El Creador se ha rebajado a criatura, Dios ha tomado condición de hombre. Toda la plenitud de Dios está en ese muchacho de Nazaret. Él es el ‘Logos’, la lógica divina que crea y sustenta todo lo que existe, solo que se ha vestido provisionalmente con un overol de carpintero. Esa es la clave.

 

(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Código Jesús, páginas 135-136)

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