La razón para hablar. Muchos dirían: Hay que callar siempre, nunca debemos hablar por ningún motivo.
-¿Eres el Cristo, el Hijo del Bendito? -le preguntó de nuevo el sumo sacerdote. Marcos 14:61b.
He aquí una novedad. No se dice: Jesús guardó silencio, Jesús no abrió la boca, Jesús calló. No. Inmediata-mente…
-Sí, yo soy -dijo Jesús-. Y ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y vinien-do en las nubes del cielo. Vers. 62.
Aquí Jesús no calla, sino abre los labios para hacer una solemne declaración. Conviene entender correctamente bien la diferencia de reacción de Jesús. Ante Pilato no dice una sola palabra. Ante Herodes guarda total silencio. Ante el Sumo Sacerdote reacciona de dos maneras distintas: Si es para contestar lo terrenal, no hablaré. Si es para contestar lo celestial, hablaré. Permanece en silencio, ante el reto de lo humano, pero no tarda en contestar ante el reto de lo divino. Si la autoridad espiritual lo confronta sobre el juicio, los falsos testimonios, todo lo que le están achacando, Jesús calla. Pero, cuando su autoridad espiritual lo confronta en el nombre del Padre, sobre la naturaleza de su filiación divina, Jesús habla claro, sin ambages; habla para que no haya duda ni confusión. Para dar testimonio de sí mismo, Jesús habla; para reconocerse como Hijo de Dios, Jesús habla. Para eso vino, para dar testimonio de la verdad; no para contestar calumnias, no para polemizar sobre falsos testimonios, no para recoger la basura verbal del piso. Lo condenaron por ser testigo de la verdad, es decir, testigo de sí mismo.
-¿Para qué necesitamos más testigos? -dijo el sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras-. ¡Ustedes han oído la blasfemia! ¿Qué les parece? Todos ellos lo condenaron como digno de muerte. Vers. 63-64.
Digno de muerte ¿por qué? Por proclamar la verdad, por dar testimonio de su Padre celestial y de su propia persona divina hecha un hombre como tú y como yo. Pero en las falsas acusaciones calló, y es precisamente el silencio de Jesús lo que hace posible que nosotros hablemos hoy en libertad. Literalmente nuestra redención nació del silencio de Jesús. Ante las calumnias calla. Ante las injurias calla. Ante los acosos calla. Ante los ataques calla. Ante los insultos calla. Ante las provocaciones calla. Esa es la gran lección.
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro Las Llaves del Poder, páginas 222 – 224)