Durante dos mil años de actualista vigencia el cristianismo ha demostrado su capacidad para contextualizarse culturalmente, sin renunciar a su esencialismo. Jesús realizó su trabajo dentro del contexto cultural de su tiempo, pero sus enseñanzas permanecen inalterables a través de la historia y en todas las culturas. ¿Qué hizo Pablo? Contextualizar el mensaje cristiano dentro del marco cultural grecolatino. Ahora bien, la contextualización no debe consistir en que la cultura «inficione» a la iglesia, sino en que ésta utilice los elementos de cada época y sociedad para orientar la historia.
Lamentablemente, las modas han logrado afectar a la iglesia; los grandes movimientos de vanguardia que se iniciaron en el último cuarto del siglo XIX la afectaron profundamente, sin percatarse. El 1886 es un año clave: durante él nacen los dos más grandes teólogos modernos, Karl Barth y Paul Tillich; y, simultáneamente, Jean Moreas publica en Le Figaro de París el Manifiesto Simbolista, punto de partida de toda la ebullición artística mundial hasta la frontera de la postmodernidad.
No fueron los teólogos liberales, como podría pensarse a la ligera, quienes causaron la lesión más grande a la Iglesia, sino algunos fundamentalistas proclives al manifestacionismo. No en balde el despertar de los carismas, hace ya un siglo, coincidió con el auge de las ciencias psíquicas, que originaron, a su vez, la decadencia artística.
REALISMO FANTÁSTICO
En Latinoamérica, concretamente, toda la cultura está impregnada del realismo mágico, el célebre movimiento literario que produjo la explosión de las décadas de los sesenta y setenta, con Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y demás brillantes novelistas de la región. La Iglesia Evangélica no ha sido ajena a esta influencia, ya que su acción poco pragmática y, más bien, contemplativa, ha tenido incursiones al mundo de la fantasía.
Entre los escatólogos hubo quienes dieron sermones sobre una plataforma espacial de dimensiones insospechadas que servía de contenedor a la Jerusalén que Juan vio descender del cielo, y describieron sus calles de oro, su mar de cristal, sus puertas de piedras preciosas y demás detalles pertinentes, en narraciones como para Premio Nobel. No pocas manifestaciones sobrenaturalistas de corte profético hacen recordar a los surrealistas, antecesores del realismo mágico, y aún a los simbolistas, inmediato antecedente del surrealismo. Hay que llegar al fondo de este asunto, si queremos contextualizar al cristianismo en la formativa y compleja cultura posmoderna latinoamericana.
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Reto de Dios, páginas 162-164)