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El Rompecabezas de las Sectas | El Camino

El hombre actual está perplejo.  Varado en el epicentro de una encrucijada, rodeado de vendedores ambulantes de baratijas espirituales.  Tiene muchas preguntas sin respuesta y muchas respuestas sin pregunta.  A partir del doctor Einstein muchos confundieron relatividad con relativismo.  Nada es absolutamente absoluto.  Todo es relativamente relativo.  Se desdibujaron los perfiles acusados y nítidos.  El bien y el mal.  La virtud y el pecado.  La verdad y la mentira.  El varón y la mujer.  Lo alto y lo bajo.  La luz y las tinieblas. El cielo y el infierno.  Dios y Satanás.  Nada es relativamente absoluto, pues todo es absolutamente relativo. Un humorista definió el relativismo con esta frase relativa: ‘Nada está bien ni mal, sino todo lo contrario’.  Cada uno, a partir de sí mismo, busca su propio camino de ida y regreso.

 

Seis mil millones de soledades andan sobre la faz redonda del planeta, a tientas y a locas, buscando cada uno su camino particular, sin teodolito ni cordel.  Todo ha fracasado,  hasta la ciencia y la religión.  El hombre del siglo XXI tocó techo, alcanzó su ‘curva de Peter’, su nivel de incompetencia.  Ni siquiera hay eso que en los viejos tiempos llamaban esperanza.  Nada es nada, ya que todo es todo.

 

Hace dos y medio milenios, Judá, un pueblo de dura cerviz, vivió una coyuntura similar, y Dios le envió a sus más grandes profetas para amonestarlos de su parte, pero entonces, como ahora, se hizo caso omiso a la reprensión.  A causa de su sordera espiritual, los judíos fueron deportados a Babilonia y esclavizados por largos decenios.  Detenidos en nuestros atajos actuales, los humanos hemos de preguntar por el buen camino, y andar por El, para hallar descanso.  Pero observamos muchos atajos, variadas sendas, ofertas espirituales a granel.

 

El sabio de los sabios, Salomón, acuñó este proverbio:

Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte.

Proverbios 14:12

 

Un descendiente suyo, que misteriosamente era Dios mismo, Jesucristo de Nazaret, habló largamente con amigos íntimos horas antes de su encarcelamiento, juicio y pena capital.  Un racionalista que lo acompañaba, Tomas el Dídimo, dialogó con él, angustiado:

 

Dijo entonces Tomás:

—Señor, no sabemos a dónde vas, así que ¿cómo podemos conocer el camino?

—Yo soy el camino,  la verdad y la vida – le contestó Jesús —. Nadie llega al Padre sino por mí

Juan 14: 5-6

 

Al día siguiente, desde los balcones de la procuraduría imperial, Poncio Pilato fue el eco automático del inconsciente colectivo al lanzar la pregunta que todos hemos de contestar tarde o temprano: — ¿Qué haré de Jesús, llamado el Cristo? Un poco después de aquella escena, al ser izado en la cruz sobre la cima del mundo, el Divino Reo se convirtió en el puente de comunicación entre Dios y los hombres, uniendo la tierra y el cielo por sobre el horrendo abismo de la muerte y el pecado.  Finalmente, sus labios exánimes compendiaron en dos simples palabras la eternidad: Consumatum est. Todo lo he hecho, todo lo he cumplido, todo lo he terminado, todo lo he completado.

Señor Jesús: ¿Qué nos queda por hacer si ya lo hiciste todo por nosotros? Solo contestar afirmativamente tu pregunta: Pedro, ¿ me amas?

 

(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Eterno Presente, páginas 142-144)

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