Por otra parte, muchos piensan que los melancólicos son pacientes “per se” y no es así. En este evangelio en particular hay buenos ejemplos del temperamento, digamos así, lacrimógeno, de Juan; pero ¿era paciente este apóstol por ser melancólico? Eso es lo que vamos a averiguar ahora.“Pero allí la gente no quiso recibirlo porque se dirigía a Jerusalén. Cuando los discípulos Jacobo y Juan vieron esto, le preguntaron: __Señor, ¿quieres que hagamos caer fuego del cielo para que los destruya?”Lucas 9:53,54 Jesús está en Samaria y lo rechazan porque, si se dirigía a Jerusalén, a la fija era judío; y, como es bien sabido, judíos y samaritanos no se pueden ver “ni en pintura”, como se dice popularmente. ¿Qué pasa entonces? Cuando dos discípulos que eran hermanos de sangre, Jacobo y Juan -el melancólico- se dan cuenta de la situación, piden autorización divina para ordenar que baje fuego consumidor contra aquella ciudad. Juan, el melancólico, le está pidiendo al Señor su venia para que vengan rayos y centellas del cielo y que sus llamas conviertan en cenizas a todos esos desvergonzados samaritanos que no quieren oír el evangelio. Por cierto, la tendencia general en el cristianismo es a pensar: «Tan lindo Juan, tan suave Juan, tan tierno Juan, tan melancólico Juanchito»; pero este personaje era impaciente en algunas circunstancias de la vida. Otro ejemplo de ello se puede observar en la forma como el propio Juan trataba a los orgullosos de la iglesia;“Le escribí algunas líneas a la iglesia, pero Diótrefes, a quien le encanta ser el primero entre ellos, no nos recibe. Por eso, si voy no dejaré de reprocharle su comportamiento, ya que, con palabras malintencionadas, habla contra nosotros sólo por hablar. Como si fuera poco, ni siquiera recibe a los hermanos, y a quienes quieren hacerlo, no los deja y los expulsa de la iglesia”. 3 Juan 9-10. A ese individuo llamado Diótrefes, que se congrega allá en esa iglesia, le notifico: Pronto iré a enfrentarlo personalmente, a ver qué es lo que anda diciendo a mis espaldas. ¡Oh, qué paciente el melancólico Juan! Sin embargo, nos da una lección valiosa: no podemos ser tolerantes con esa clase de personas metidas en las iglesias solo para perturbar. No se quién inventó la idea de que, si alguien menosprecia a los hermanos, o es un orgulloso, o expulsa a quien le da la gana y recibe a quien le parece, los pastores tienen que tratarlo con muchas consideraciones. Aquí Juan dice lo contrario: No que irrespetemos a tales personas, pues eso no sería cristiano; pero sí que las enfrentemos con franqueza y energía.(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Fruto Eterno, páginas 127- 128)
VISIÓN INTEGRAL (Antología de textos de nuestro pastor presidente)