Curiosamente, ninguna de las dos genealogías menciona a Joaquín ni a Ana, considerados por cierta tradición oral como padres de la virgen María. Para evitar “irse por las ramas”, conviene atender a san Pablo cuando le recomienda a Timoteo no prestar atención a “genealogías interminables” que “provocan controversias”. (1 Timoteo 1:4)
Ahora lo importante es establecer en forma clara la humanidad de Jesucristo. Deja graves preocupaciones intelectuales el hecho de establecer que Él es Dios y aceptar, al mismo tiempo, que pueda ser un hombre con todo lo que tal condición implica. Un hombre limitado no puede ser Dios; el Dios ilimitado no puede ser hombre. Cómo será de grave la cosa que, incluso las mitologías, llamaron solo ‘semidioses’ a algunos seres humanos extraordinarios, especialmente los héroes.
Alguien preguntaría: ¿se hace criatura el creador? Entonces, Edison podría ser una bombilla, Graham-Bell un teléfono, Goodyear un neumático, Gillette una afeitadora y Darío Silva-Silva un libro. Es una broma, claro, pero esa clase de puerilidades y otras similares suelen escucharse en un mundo gobernado por el más crudo materialismo, donde suelen confundirse los conceptos de inventor y creador.
Con todo, es necesario reconocer que ha habido muchos comentaristas, desde los tiempos iniciales del cristianismo, empeñados en demostrar que Jesús de Nazaret es un ser sobrenatural sin ninguna característica natural. No pocos han afirmado que Él es Dios pero no Hombre.
Los antiguos gnósticos fueron —y los que hoy subsisten son— enconados negadores de la “humanización de Dios”. Para ellos, el cuerpo es esencialmente malo y, por lo tanto, un “espíritu superior”, —en este caso Dios mismo—, no podría tener esa clase de habitación. Pero, un poco antes de la encarnación de Jesucristo, los esenios ya insinuaban al cuerpo humano como “templo del Espíritu”, lo cual vino a concretarse en el misterio de la encarnación.
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Código Jesús, páginas 153-154)