La visión escatológica en boga no es esperanzadora sino catastrófica, como ha solido serlo en tiempos terminales, y más ahora, es obvio, por tratarse de un cruce de siglos y milenios, coincidencia ideal para mentalidades agoreras, que olvidan el carácter esencialmente optimista de la escatología cristiana. No debe pasarse por alto que las mitologías indígenas abundan en vaticinios escatológicos, especialmente la maya, a través de su libro sagrado, el Popol Vuh, y que tales leyendas han influido, tal vez inconscientemente, en la interpretación bíblica de no pocos maestros evangélicos. Durante decenios nuestra comunidad cristiana ha reemplazado el gozo de la esperanza bienaventurada por un temor enfermizo a las señales del tiempo final, todo ello auspiciado por videntes de endeble formación bíblica. Convendría rescatar los aspectos positivos de la Teología de la Esperanza para poner en orden la actual barahúnda doctrinaria sobre las últimas cosas. Intentemos el esencialismo.
No existe un tema que merezca más atención de los estudiosos bíblicos como la Escatología, precisamente cuando nos hallamos al inicio del siglo XXI y el tercer milenio de la era cristiana, y muchos se apresuran a pronosticar el nacimiento de una ‘nueva era’, que, para ellos, no solo será postmoderna, sino postcristiana. Como quien dice, el reinado mismo del anticristo.
Deplorablemente la iglesia que podríamos llamar organizada -ese cuerpo homogéneo de ortodoxia que trasciende a los tiempos- descuidó casi por completo la doctrina de las últimas cosas, permitiendo así que ésta cayera en manos de iluminados y charlatanes, forjadores de sectas marginales y, en general, miembros de lo que hemos llamado ‘religión informal’, que es como el cinturón de miseria de la religión. Y, por supuesto, la ignorancia y el emocionalismo propios de tales gentes, mezclados a veces de ingenuidad o de astucia, han formado un colosal embrollo interpretativo sobre materia tan delicada, llegando, en no pocos casos, a movimientos de histeria que concluyeron en suicidios masivos, o en definitivo desencanto de los adeptos de tales especulaciones. Con todo, la doctrina escatológica debería ser parte sustancial del discipulado cristiano
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Reto de Dios, páginas 153-154)