Para nadie es un secreto que a Jesús le gustaban las malas compañías. He aquí un caso ilustrativo:
“ Jesús llegó a Jericó y comenzó a cruzar la ciudad. Resulta que había allí un hombre llamado Zaqueo, jefe de los recaudadores de impuestos, que era muy rico. Estaba tratando de ver quién era Jesús, pero la multi-tud se lo impedía, pues era de baja estatura. Por esto se adelantó corriendo y se subió a un árbol para poder verlo, ya que Jesús iba a pasar por allí. Llegando al lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: -Zaqueo, baja en seguida. Tengo que quedarme hoy en tu casa. Así que se apresuró a bajar y, muy contento, recibió a Jesús en su casa. Al ver esto, todos empezaron a murmurar: Ha ido a hospedarse con un pecador.” Lucas 19:1-7.
Los publicanos eran recaudadores de impuestos; ellos sangraban a su propia gente para quitarle el dinero y, luego, lo serruchaban con los funcionarios de Roma, la potencia extranjera que tenía invadida su tierra. Eran desalmados y apátridas, por eso la gente los detestaba tan vivamente. Zaqueo era el jefe de los publicanos y ellos formaban una mafia. No hay otra palabra moderna para decirlo. Por eso, la gente se escandalizaba de que Jesús fuera a posar en la morada de Zaqueo. Es como si, hace algunos años, el Señor se hubiera ido a hospedar en Chicago en casa de Al Capone. Un escándalo de marca mayor: Era desafiante Jesús, ¿verdad?
“Pero Zaqueo dijo resueltamente: -Mira, Señor: Ahora mismo voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si en algo he defraudado a alguien, le devolveré cuatro veces la cantidad que sea. -Hoy ha llegado la salvación a esta casa -le dijo Jesús-, ya que éste también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Vers. 8-10.
Zaqueo, como judío, entiende exactamente el principio de la restitución: La mitad de sus riquezas será para los pobres; él se reservará sólo la mitad.; si se da cuenta que ha defraudado a alguna persona, le devolverá el dinero cuadruplicado. Así como era astuto para los negocios, era astuto también para las leyes espirituales. La llave verdadera de la restitución consiste en que yo mismo debo restituir. Yo debo restituir amor, dinero, fama, cualquier cosa que le haya quitado al prójimo. Si yo no restituyo, no seré restituido. Eso es lo que Zaqueo discierne y practica. Por eso, el apóstol Pablo recomienda a los cristianos:
“Paguen a cada uno lo que le corresponda: Si deben impuestos, paguen los impuestos; si deben contribuciones, paguen las contribuciones; al que deban respeto, muéstrenle respeto; al que deban honor, ríndanle honor. No tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros. De hecho, quien ama al prójimo ha cumplido la ley”. Romanos 13:7-8.
Habla de restitución el famoso escritor bíblico. En el Sermón del Monte, que es la constitución del Reino de los cielos, Jesús nos ha advertido: Si traes tu ofrenda ante el altar de Dios y te acuerdas de un problema con tu hermano, deja la ofrenda y ve y restituye a tu hermano y después ven a presentar tu ofrenda. Si yo restituyo, recibiré restitución. Pero impacta, sobre todo, lo que ha dicho el Señor sobre Zaqueo: Hoy ha llegado la salvación a esta casa. La salvación es la mayor restitución.
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro Las Llaves del Poder, páginas 206-208)