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La Restitución | Pablo el prisionero (Parte 3)

Detengámonos por un momento en el caso de Israel. Hace dos mil años, bajo Tito y Vespasiano, el imperio romano arrasó la Tierra Santa tal y como Jesús lo había profetizado. Los judíos fueron esparcidos por todas las naciones de la tierra, sin esperanza de tener un país, de adquirir una patria. Todos los años durante dos mil, ellos oraron diciendo: Y el año que viene en Jerusalén, Amén. Recién pasada la II Guerra Mundial, un grupo de sobrevivientes del holocausto nazi que eran físicamente esqueletos forrados en piel, bajaron, chocando las rodillas, de un barco destartalado que los arrojó sobre las playas de Haifa. Y un viejo rabino que estaba allí dijo solemnemente: Esta Escritura de Isaías se produjo hace dos mil setecientos años para hoy.

 

Se alegrarán el desierto y el sequedal; se regocijará el desierto y florecerá como el azafrán. Florecerá y se regocijará: ¡gritará de alegría! Se le dará la gloria del Líbano, y el esplendor del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortalezcan las manos débiles, afirmen las rodillas temblorosas; digan a los de corazón tembloroso: Sean fuertes, no tengan miedo. Su Dios vendrá, vendrá con venganza; con retribución divina vendrá a salvarlos. Isaías 35:1-4.

 

Y regresaban a la tierra de sus antepasados veinte siglos después. El tema se aclara más aún en la pluma de Ezequiel y su tremenda visión espiritual junto al Río Quebar, en la antigua aldea de Tel-Abib, asentamiento de judíos expatriados en Babilonia.

 

Luego me dijo: Hijo de hombre, estos huesos son el pueblo de Israel. Ellos andan diciendo: Nuestros huesos se han secado. Ya no tenemos esperanza. ¡Estamos perdidos! Por eso, profetiza y adviérteles que así dice el Señor omnipotente: Pueblo mío, abriré tus tumbas y te sacaré de ellas, y te haré regresar a la tierra de Isra-el. Ezequiel 37:11-12.

 

Si usted quiere conocer la realidad de la restitución, mire a Israel. El desierto floreció como la rosa, según lo había visto Isaías 700 años antes de que Dios se hiciera hombre. Los esqueletos forrados en piel crearon el moderno estado que diseñó Theodoro Herlz a través del sionismo.

 

(Darío Silva-Silva. Extractado del libro Las Llaves del Poder, páginas 211-212)

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