La paciencia del Espíritu Santo
En la enumeración de Gálatas 5:22 sobre el fruto espiritual, a las tres primeras características -amor, alegría y paz- las sigue “paciencia”. La palabra utilizada aquí por el apóstol San Pablo, en el idioma griego, es Macrotumia. ¿Qué significa? Trataré de interpretarla en precario español: “Tolerar por largo tiempo los problemas, así como las debilidades, ofensas, heridas y provocaciones de otros”. Aquí propiamente Pablo habla de la paciencia como fruto del Espíritu Santo en la conducta del creyente; y, de manera especial, en sus relaciones interpersonales.
Ahora bien, es evidente que trabajan en acuerdo la constancia, la perseverancia y la paciencia; pero el concepto predominante, la primera voz del trío, es la paciencia. Yo se que a muchos les fastidia el tema, también que muchos no lo predican y que algunos más llegan al extremo de aconsejarle al recién convertido: “No le pidas paciencia a Dios porque entonces te mandará pruebas”. Cuando hacen tales afirmaciones, están probando la paciencia de Dios y, así las cosas, no se imaginan qué calidad de prueba les puede sobrevenir. Y, por supuesto, es una mera necedad hablar así, porque sin paciencia es imposible alcanzar la santidad, y, sin santidad, nadie verá a un Dios santo que es paciente por medio de sus tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo por igual.
EJEMPLOS DE PACIENCIA
Las Sagradas Escrituras están llenas de buenos ejemplos sobre la escasa virtud de la paciencia. Veamos algunos por vía de ilustración.
Primer ejemplo Noé
Se sabe que, antes del diluvio, la vida humana y también la animal eran mucho más longevas que ahora. Noé había atravesado ya la mitad de su extensa vida cuando tuvo a sus tres hijos elegidos por Dios para perpetuar la especie humana sobre el planeta:
“Noé ya había cumplido quinientos años cuando fue padre de Sem, Cam y Jafet.” Génesis 5:32
Después, Dios le da a Noé el diseño del arca, sus compartimientos, dimensiones, clase de madera, etc. (6:14,16) Noé debía ser un hombre muy paciente si contamos todo el tiempo que empleó en la construcción de aquel insumergible “Titanic” prehistórico:
“Cuando Noé tenía seiscientos años, precisamente en el día diecisiete del mes segundo, se reventaron las fuentes del mar profundo y se abrieron las compuertas del cielo”. Génesis 7:11
(Darío Silva-Silva. Extractado del libro El Fruto Eterno, páginas 134- 136)
VISIÓN INTEGRAL
(Antología de textos de nuestro pastor presidente)