“El código genético denota no solo inteligencia, sino inteligencia trascendente” Fred Heeren
Es imposible abordar el tema del sexo sin tropezar con otros que de él se ramifican: anticoncepción y contracepción, esterilidad y fertilización, clonación e ingeniería genética, explosión demográfica y control natal, matrimonio y divorcio, nuevas nupcias, etc. Sería irresponsable limitar el análisis de algo tan vasto al simple aspecto erótico –sobre el cual volveremos adelante-, olvidando sus derivaciones.
Los abortistas ganaron su batalla más ardua cuando la Suprema Corte de los Estados Unidos de América decidió, hace ya treinta años, declarar ajustado a ley que una mujer decidiera truncar la vida que se gestaba dentro de su vientre. Corrían los tiempos épicos de la liberación femenina y aquella decisión fue recibida con una salva de aplausos. Después de tres decenios de libre ejercicio del aborto, el avance científico y tecnológico, unido a desarrollos y resultados negativos en el área social, han obligado a serios cuestionamientos sobre la viabilidad y conveniencia de una medida tan extrema. En 1981 el Senado de los Estados Unidos consideró el llamado ‘Proyecto para la Vida Humana’, a través de extensas sesiones, durante ocho días y con cincuenta y siete testigos, bajo la batuta del Senador John East. Trece declaraciones médicas relevantes afirmaron allí en forma categórica que la vida del individuo humano comienza en la concepción, es decir, el momento de la unión del espermatozoide con el óvulo.
Darío Silva-Silva. Extractado del libro Sexo en la Biblia, páginas 177-178)