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Ingreso triunfal

28Dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo hacia Jerusalén. 29Cuando se acercó a Betfagué y a Betania, junto al monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos con este encargo: 30«Vayan a la aldea que tienen enfrente y, al entrar en ella, encontrarán atado un burrito en el que nadie se ha montado. Desátenlo y tráiganlo acá. 31Y si alguien pregunta: “¿Por qué lo desatan?”, díganle: “El Señor lo necesita”». ‘

Las enseñanzas del Domingo de Ramos nos preparan para comprender mejor los
extraordinarios acontecimientos de la semana Santa. Es la única ocasión en que Jesús se
dejó tratar como rey. Antes lo había rehusado. Ahora no. ¿Por qué? Para que fuera un
testimonio a los judíos de todos los siglos; que no pudieran decir que nunca se declaró
Mesías.
Jesús venía de Betania con una compañía de discípulos, a la que se unieron los peregrinos a
la Pascua procedentes de Galilea, acababa de enseñar la parábola del dinero, la conocida
como los talentos. Otra compañía la formaban los que oyeron decir que Jesús venía a
Jerusalén para la Pascua y salieron de Jerusalén para recibirle. La aldea de Betfagé, “casa de
los higos”, era un pueblecito situado en el camino entre Jerusalén y Betania. Al encontrarse
las dos compañías y ver a Jesús cabalgando sobre el asnillo profetizado y comentado por los
escribas en las sinagogas, asumieron su cumplimiento, empezando a gritar el estribillo
«¡Hosanna!», «Salva ahora». Jesús venía a salvar, pero no como lo esperaban. ¿Qué
aprendemos de este momento?

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