Dos tipos de confesión
Confesarle a Dios = Arrepentimiento
1 Juan 1:8-9
Cuando le confesamos nuestros pecados a Dios, empezamos el proceso del arrepentimiento. En griego, la palabra es metanoia. Significa un cambio de 180 grados. El remordimiento es diferente. Habla de sentirse mal, pero no implica un cambio de dirección o conducta. En este caso, puedes estar seguro de que la ofensa se seguirá repitiendo. «El cuerpo se desviará hacia donde el corazón ya haya ido» (Paul David Tripp, Sexo en un mundo quebrantado, pág. 63)
Confesar el pecado a las personas = El comienzo de sanar el corazón
Santiago 5:16
Dios nos diseñó para vivir en comunidad; esto es la iglesia. Nos necesitamos los unos a los otros para animarnos en nuestra fe. Cuando se trata de pecados tan vergonzosos como la pornografía y la masturbación, este paso se vuelve más complicado. Sentimos mucho temor del «qué dirán».
Me he dado cuenta de que sin este paso no se pueden sanar las profundas heridas que deja esta adicción. La mayoría de personas que me confiesan este pecado lo hacen luego de muchas pausas y con lágrimas en sus ojos. Algunos me dicen, «no sé por qué estoy llorando». Yo les digo que es normal, Dios está empezando el proceso de sanidad en tu corazón. Otro aspecto poderoso de este versículo es que termina con la frase: «La oración del justo es poderosa y eficaz».
Te animo a que ores y le pidas a Dios que te revele a quien deberías rendirle cuentas en esta área de tu vida. La inmoralidad sexual se batalla mejor cuando tienes a quien acudir en esos momentos de tentación. Te voy a dejar 5 criterios para encontrar a quien decirle tu pecado oculto:
- Madurez espiritual
- Confianza total
- Una persona integra
- Capacidad de apoyo real
- Que tengan un enfoque en la restauración
