Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza. Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.
La armadura que Dios nos ha proporcionado, instruyéndonos para que nos la pongamos, es el elemento primordial para protegernos de Satanás y del mal.
Cuando nos ponemos la armadura de Dios, en realidad, nos revestimos de Cristo y al vestirnos de Cristo nos salimos del reino de la antigua naturaleza, donde somos vulnerables al ataque, para colocarnos dentro del dominio de Cristo, donde el maligno no puede tocarnos.
- El cinturón de la verdad
- La coraza de justicia