1 Subió Jesús a una barca, cruzó al otro lado y llegó a su propio pueblo.2 Unos hombres le llevaron un paralítico acostado en una camilla. Al ver la fe de ellos Jesús dijo al paralítico: —¡Ánimo, hijo, tus pecados quedan perdonados!3 Algunos de los maestros de la Ley murmuraron entre ellos: «¡Este hombre blasfema!».4 Como Jesús conocía sus pensamientos, les dijo: —¿Por qué dan lugar a tan malos pensamientos?5 ¿Qué es más fácil, decirle: “Tus pecados quedan perdonados” o decirle: “Levántate y anda”?6 Pues, para que sepan que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.7 Y el hombre se levantó y se fue a su casa.
Rev. David Espíndola
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