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Día 30: El servicio como regalo de Dios

Día 30: El servicio como regalo de Dios

Es un privilegio servir al Señor, hemos recibido un llamado por gracia y misericordia por lo cual no debemos permitir que ese llamado a servir se convierta en un activismo disfrazado de espiritualidad, esto podría generar confusión y desconfianza en una auténtica relación espiritual con Dios. 

Versículo:

Ese misterio, que en otras generaciones no se dio a conocer a los seres humanos, ahora se ha revelado por el Espíritu a los santos apóstoles y profetas de Dios. Es decir, que los no judíos son, junto con Israel, beneficiarios de la misma herencia, miembros de un mismo cuerpo y participantes igualmente de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio. De este evangelio llegué a ser servidor. Este fue el regalo que Dios me dio por su gracia, conforme a su poder eficaz. Efesios 3:5-7.

El apóstol Pablo recibe primero el ministerio de Cristo y luego llegó a ser servidor, el activismo “disfrazado” de espiritualidad usa la excusa de “espiritualidad” para camuflar o justificar acciones que en realidad son desarrolladas por una motivación equivocada; en otras palabras, se trata de una estrategia para generar influencia o reconocimiento a través de la aceptación de los demás.

Servir al Señor es un enorme privilegio que no siempre será fácil; con el paso del tiempo, —por amor a Dios y a los demás— empezamos a sentir carga, nos desgastamos y sin darnos cuenta, pasamos de hacerlo con la actitud correcta a simplemente a hacerlo por cumplir porque “hay que hacerlo”.

Necesitamos ser críticos y estar atentos a diferentes manifestaciones espirituales y analizar sus motivaciones para no caer en el error de una falsa espiritualidad escudada en el desarrollo de actividades para Dios.

Reflexión: 

¿Es tu servicio un ministerio dado por Dios como resultado de una vida espiritual, o es por el contrario una excusa para buscar el reconocimiento del hombre?

Si eres un servidor del Señor y si hoy tu motivación no es la correcta, te invito a que le des el verdadero valor a tu llamado, buscando primero a Dios y luego sirviéndole con un corazón agradecido por haber recibido por su poder eficaz un regalo divino.

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