Dios nos recuerda la verdadera esencia y propósito del servicio.
Cuando nos aventuramos en el mundo del servicio a Dios, lo hacemos por diversas razones, la emoción del momento, un llamado profundo, el amor a Dios, agradecimiento, etc. Con el tiempo, esa motivación inicial corre el riesgo de olvidarse para pasar a una costumbre, un hábito, una posición o el temor de perderla, entre otras razones. Pero hay momentos donde es necesario parar y volver a tener la perspectiva correcta de las condiciones del servicio, y también las bendiciones del mismo.
Versículo:
Quien quiera servirme debe seguirme; y donde yo esté, allí también estará mi siervo. A quien me sirva, mi Padre lo honrará. Juan 12:26.
Reflexión:
En este pasaje, el Señor Jesús nos da claridad al respecto de las dos condiciones necesarias para servir, veamos cada una de ellas:
- Querer: quien quiera servirme, tiene que ver con el deseo, la pasión y la motivación para servir; el verdadero servicio nace de un corazón lleno de ganas de servir a Dios.
- seguir: … debe seguirme…, tiene que ver con obedecer y llevar una vida sujeta a Dios para servir un verdadero discípulo; el verdadero servicio nace de un corazón que obedece y sigue a Dios
Luego el texto nos habla del servicio en la vida real, gracias a nuestro querer y a nuestra perseverancia, nos convertimos en personas dignas de confianza para que el Señor nos considere para servir en su obra. … y donde yo esté allí también estará mi siervo, quiere decir que donde el Señor esté tocando vidas, donde esté restaurando hogares, sanando corazones, nos considerará para siervos útiles de su obrar.
Pero el servicio a Dios rara vez es desconocido por él, rara vez Dios se queda con algo y por el contrario lo usa como un vehículo para nuestra bendición: “A quien me sirva, mi padre lo honrará “.
Te animo hoy a que fundamentes tu servicio sobre los pilares de querer y seguir y recibas del Señor su hermosa recompensa.