La necesidad de acercarnos a Dios a través de una congregación de creyentes nos lleva a desarrollar múltiples actividades y logro de objetivos que no siempre están alineados con el propósito de Dios para la humanidad; dicho de otra manera, hago cosas para Dios pero, alejado de Dios.
Versículo:
Y ahora, Israel, ¿qué te pide el Señor tu Dios? Simplemente que le temas y andes en todos sus caminos, que lo ames y le sirvas con todo tu corazón y con toda tu alma. Deuteronomio 10:12.
El propósito de Dios es que le amemos, pues, este es su primer mandamiento dado a la humanidad y el obedecerlo es la manifestación clara de nuestra obediencia a su Palabra; para Moisés, la adoración reverente a Dios es fundamental para toda expresión religiosa.
“Que lo ames y le sirvas”, primero debemos amarlo y luego servirle.
Como cristianos nos vemos enfrentados ante el peligro del activismo, sirviendo a Dios con los dones y talentos que Él mismo nos ha confiado y al hablar de activismo me refiero a esa forma desmedida que tienen las personas al involucrarse simultáneamente en muchas cosas.
No por hacer cantidad de cosas serás necesariamente productivo.
La iglesia en general permite a sus miembros vincularse en todos los ministerios o grupos que les sea posible, lo cual es sumamente peligroso, puesto que pone en riesgo la espiritualidad de las personas.
Reflexión:
El activismo en la iglesia puede llevarnos a perder de vista el propósito de Dios, terminar frustrados y enojados con los demás; por lo general la persona que está sumergida en el activismo religioso es demasiado exigente, no comprende situaciones ni tampoco las necesidades de los demás y se mantiene irritada.
Recuerda: hacer muchas cosas no nos hace más espirituales, los quehaceres dentro de la iglesia nunca van a terminar y tratarán distraernos de la Presencia y de la Palabra de Dios.
¿Consideras tener una vida en equilibrio entre las actividades propias del servicio y tu relación espiritual con Dios?